Ha entrado ya la luz al cuarto. Busco las sombras de mi cuerpo entre las sábanas sudadas donde yazco. He decidido abolir el tiempo en los relojes —cansado de escrutarme la lengua ante el espejo. Afuera escucho la inexorable máquina del mundo, que pone en marcha su engranaje: funcionarios del caos se hacen con la calle, en la gran ciudad del odio y el silencio.
Diego Vasallo y Roger Wolfe, “La máquina del mundo”, 2006
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