27 de octubre de 2007

los que celebraron el franquismo

Abril de 1939

El parte oficial del final de la guerra fue respondido con júbilo por el pretendiente a la corona de España, don Juan de Borbón, que enviaba al Caudillo el siguiente telegrama: “Uno mi voz nuevamente a la de tantos españoles para felicitar entusiasta y emocionadamente a V.E. por liberación capital España. La sangre generosamente derramada por nuestra mejor juventud será prenda segura del glorioso porvenir de España. Una, Grande y Libre ¡Arriba España!”.

Parabienes que compartía el Papa Pío XII en otro telegrama que daba cuenta de que la guerra ganada había sido algo más que una contienda, una cruzada. “Levantado nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente con V.E. deseada victoria católica España, hacemos votos porque este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con un nuevo vigor sus antiguas cristianan tradiciones, que tan grande le hicieron. Con estos sentimientos efusivamente enviamos a V.E. y a todo el noble pueblo español nuestra apostólica bendición.”

Desde Berlín, un último despacho ponía la guinda a tanta buenaventura. “Con motivo de la entrada de las tropas de España en Madrid, os envío mis más calurosas felicitaciones. España Nacional acaba de lograr la victoria definitiva sobre el bolchevismo, ese elemento destructor de los pueblos. Alemania saluda conmigo a vuestras magníficas tropas, y al expresaros nuestro entusiasmo tengo la certeza de que alumbra en España la áurea de un renacer que justificará los sacrificios y los esfuerzos realizados.” Firmado, el führer Canciller del Reich, Adolfo Hitler.

El diario Abc retornaba el día 29 a sus antiguos propietarios, …, con un dibujo a toda página del general Franco y una glosa del hombre de la nueva España.
(…)
Para los derrotados no hubo palabras. Quienes pudieron escapar salvaron la vida al precio de un largo exilio. Quines no pudieron hacerlo, o decidieron permanecer en España para continuar la lucha, tenían ante sí una labor hercúlea que les convertía en héroes anónimos. Virtudes y María del Carmen estaban entre ellos, aunque entonces no sólo no lo pretendían, sino que estaban muy lejos de saberlo.

“Trece rosas rojas”, Carlos Fonseca, 2004

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